Madadayo, la última película dirigida por Akira Kurosawa, puede considerarse el testamento moral y existencial del gran realizador de cine japonés. Lejos de tratarse únicamente de un tópico, esta afirmación se fundamenta en el hecho de que el anciano profesor que protagoniza el film no es sino una proyección del propio Kurosawa, quien por medio de la historia que nos narra intenta transmitir un mensaje que trasciende el mero argumento de la película. A lo largo de su dilatada carrera, Kurosawa había reflejado en sus trabajos la esencia filosófica y teológica de la sociedad nipona, basada fundamentalmente en el budismo zen y en el sintoísmo. No obstante, en esta película el cineasta ofrece algo más: se trata de una reflexión personal —y, por tanto, individual e íntima— en la que Kurosawa decide adentrarse en un terreno que escapa a la ortodoxia filosófica y religiosa de su país, sin traicionar por ello las raíces de su tradición cultural.

Los códigos éticos del budismo zen, el shinto o el bushido contienen una filosofía moral y una metafísica en la que la disolución del yo individual en la nada causada por la muerte no es entendida como una desgracia, sino como una liberación de los sufrimientos inherentes a la vida. Por ello, la muerte física no constituye para estas doctrinas un acontecimiento lamentable, sino el último peldaño de la escalera que conduce hacia la gloria eterna —en el caso del sintoísmo y del bushido— o hacia la reencarnación, la nada y el nirvâna —en el budismo zen—. La fidelidad de Kurosawa a la tradición filosófico-religiosa de su país encuentra su expresión en las dos primeras sílabas de la palabra "Madadayo". "Ma" significa "Dios" y "Da" significa "Buda". No obstante, el sufijo que acompaña estas dos sílabas, teñidas de un contenido netamente espiritual, rompe, al menos aparentemente, con la ortodoxia doctrinal expresada en ellas, pues su significado no es otro que "aún no". El significado final de la expresión resulta por tanto, algo así como Dios-Buda-Aún-No.

Es decir, "Madadayo" es una expresión que se inicia con un homenaje a los referentes teológicos de la tradición japonesa, en los que la muerte es entendida como una liberación necesaria y deseable —baste recordar a este respecto el valor que en ella se otorga al seppuku o harakiri, el suicidio ritual—, pero que concluye con una exaltación de las ganas de vivir que siente aquel que las pronuncia —en el caso del film el anciano profesor—. Más allá de cualquier significación simbólica, "Madadayo" es también el grito vital del propio Akira Kurosawa, un grito que ya había lanzado previamente en Los sueños, y que es el grito de quien se decide a rendir un sentido homenaje a la vida desde el presentimiento de la cercanía de la propia muerte.

A lo largo de la práctica totalidad de su obra fílmica, Kurosawa presentaba la muerte como una faceta más de la vida —en Los sueños o en Vivir, por ejemplo—, en conformidad con los postulados de la doctrina zen de la tradición budista nipona. Pero la secuencia onírica con la que concluye Madadayo parece romper con esa visión conformista, al dejar en el aire la posibilidad de interpretar el tránsito hacia la muerte como una puerta abierta a un nuevo universo, posibilidad que podría incluso trascender el nihilismo inherente a la concepción budista de la nada como objetivo final del ser.

Sin embargo, las reflexiones más esclarecedoras al respecto las aportó el propio autor, en 1994, con motivo del visionado de los films de otro maestro del cine, el iraní Abbas Kiarostami, quien también aborda en su cine aspectos sobre la vida y la muerte, la salud y la enfermedad, la juventud y la vejez, el horror o el placer del vivir día a día… En tal ocasión, Kurosawa manifestó: ‘’Es difícil encontrar palabras justas para hablar de las películas de Kiarostami. Hay que ir a verlas, darse cuenta de que son simplemente maravillosas. Cuando Satyajit Ray murió me quedé muy triste. Pero después de ver las obras de Kiarostami pensé que Dios había enviado a la persona que hacía falta para reemplazarlo, y di gracias a Dios’’ . Aquellos que admiramos la obra y la figura de Akira Kurosawa esperamos algún día poder llegar a decir lo mismo.