9.LAS IRONIAS

 

 

McCarthy solo ante el peligro

En 1947, recién terminada la Segunda Guerra Mundial y con el mundo empezando a salir de la pesadilla, los ultra-conservadores estadounidenses y los comunistas soviéticos, descontentos por cómo se habían repartido el mundo entre dos bloques antagonistas, empezaron las purgas en los bandos respectivos y a espiarse mútuamente, lo que llamamos la Guerra Fría, una guerra sin guerra. En los Estados Unidos, el senador ultra-conservador, fascista imperturbable, abogado corrupto, defensor de nazis y, por si no teníamos suficiente, bebedor empedernido, Joseph McCarthy, decidió que el mundo del cine era un lugar idóneo para buscar comunistas infiltrados. Creyó que si encontraba comunistas entre los famosos de Hollywood, él también se haría famoso, conclusión lógica,. Pero lo importante no era eso, sino desenmascarar la infiltración de agentes subversivos en el mundo del cine, a este periodo sombrío de la historia de los Estados Unidos se le llamó la “Caza de Brujas”. McCarthy, con la ayuda de un senador arribista, posteriormente convertido en el peor presidente que han tenido los Estados Unidos (si exceptuamos a George W. Bush Jr.), Richard Nixon, ambos iniciaron una serie de investigaciones hechas sin ningún fundamento legal, a eso se le llamó el Comité de Actividades Antiamericanas (House of Un-American Activies Committee o HUAC). McCarthy indagó al Partido Comunista Americano, nacido en los años 30 y al que pertenecieron muchos intérpretes, directores y guionistas de cine, pero que era más inofensivo que Dumbo. Al comité se unieron prácticamente todos los grandes productores de Hollywood, faltaría más, y muchos famosos que creían ver y hasta oler a comunistas (los actores Ginger Rogers y Edward G. Robinson). Entre los colaboradores activos del funesto comité estuvieron el actor y “experto en comunismo” Adolphe Menjou, el productor Walt Disney, los directores Leo McCarey y Sam Wood, el director y productor Cecil B. DeMille, los actores Gary Cooper, Robert Taylor y Robert Montgomery, el productor Jack L. Warner, el peor actor del mundo y futuro presidente, qué casualidad, Ronald Reagan y un largo etcétera. Entre los que se opusieron activamente a este comité estuvieron el director John Huston, los actores Humphrey Bogart, Danny Kaye y Lauren Bacall, los directores William Wyler y Frank Capra, el actor y bailarín Gene Kelly y otro largo etcétera. Cuando Cecil B. DeMille intentó defenestrar a Joseph L. Mankiewicz como presidente del sindicato de directores de cine aprovechando que éste se hallaba de vacaciones por Europa, vio con horror cómo John Ford, maestro de maestros, le defendía a capa y espada, DeMille supo que había fracasado, la funesta Caza de Brujas empezaba el principio de su fin. Entre los que fueron incluidos en las tristemente famosas listas negras existentes entre los grandes estudios de Hollywod y, por consiguiente, no pudieron trabajar durante mucho tiempo estuvieron el mejor guionista de Hollywood, Dalton Trumbo, los  directores John Berry, Jules Dassin y Abraham Polonsky, el guionista Michael Wilson, los actores Zero Mostel, Anne Revere y Gale Sondergaard, el director Joseph Losey, el guionista Carl Foreman. Entre los acusados que decidieron traicionar a sus amigos y colaboradores para “salvar sus piscinas” como dijo Orson Welles, estuvieron el director Elia Kazan, un estigma que le persiguió toda la vida, el actor Sterling Hayden y el director y productor Robert Rossen. Otros famosos que vieron interrumpidas sus carreras sin verse obligados a declarar fueron Orson Welles y Charles Chaplin, que se refugiaron en Europa o Henry Fonda y Frank Capra, que se apartaron del mundo del cine durante muchos años, para volver posteriormente cuando las aguas se calmaron.

Todo empezó cuando se obligó a declarar sobre sus creencias políticas en 1947, algo prohibido en cualquier país democrático, a 23 testigos “bien dispuestos”, de este grupo salieron los famosos “Diez de Hollywood” que se negaron a cooperar fueron los guionistas John Howard Lawson, Dalton Trumbo, Lester Cole, Alvah Bessie, Albert Maltz, Ring Lardner Jr. y Samuel Ornitz, los directores Herbert J. Biberman y Edward Dmytryk y el productor Adrian Scott. Edward Dmytryk fue el único de los diez que decidió cambiar de parecer y delatar a antiguos colegas suyos, gracias a esto, pudo seguir trabajando casi con normalidad. Dalton Trumbo fue de los pocos que siguió trabajando pero siempre bajo seudónimo, llegando a ganar un Oscar en 1956 con el seudónimo de Robert Rich, por el argumento de la película El bravo, de Irving Rapper. Nadie sabía quién era Robert Rich y nadie subió a recoger el premio. En 1960 cuando Otto Preminger le contrató para escribir el guión de Exodo, y Kirk Douglas, como productor, le contrató para el guión de Espartaco, de Stanley Kubrick, Hollywood dio por cerrada definitivamente una de sus peores etapas, en las que se destruyeron más carreras cinematográficas que durante la depresión económica. Hollywood perdió la inocencia y su edad de oro se cerró de manera abrupta, todo el mundo salió perdiendo. En 1953, el sombrío senador Joseph McCarthy decidió unilateralmente que ya había hecho suficiente daño en el mundo del cine y fijó sus siguientes objetivos a la búsqueda de comunistas infiltrados en el ejército de su país. Cuando empezó a investigar se vio mezclado a su vez, en otra investigación por corrupción. Acabó con sus huesos en la cárcel y haciendo lo que más le gustaba, beber. El mccarthysmo fue para los Estados Unidos, más o menos, lo que el franquismo para España, o sea, nada de nada y mucho daño y dolor todavía por cicatrizar en algunos casos.

Elia Kazan me dijo en persona que nunca se arrepintió de haber hecho lo que hizo y que lo volvería a hacer, no tanto por las investigaciones en sí, sino por la delación de otros de sus compañeros durante las investigaciones. Según dijo, él seguía siendo comunista, fueron los otros los que renegaron de sus ideologías.

El productor y director Stanley Kramer, miembro del sector progresista de Hollywood, produjo en 1952 la película Solo ante el peligro, de Fred Zinnemann, escrita por Carl Foreman, otra de las futuras víctimas de la Caza de Brujas. En la película el sheriff Will Kane se ve obligado a defenderse de una pandilla de forajidos que quiere asaltar su pueblo. Cuando más necesita la ayuda de su gente, más solo se encuentra ante el peligro. Toda una parábola de lo sucedido durante esta época. Curiosamente el protagonista fue Gary Cooper, conocido por creer ser todo un experto en descubrir comunistas cuando en realidad era más tonto de lo que creía.

Grandes personalidades de Hollywood como Katharine Hepburn, Billy Wilder o Gregory Peck, destacaos miembros del sector progresista, pudieron seguir trabajando sin alteraciones debido a su posición dentro la industria del cine, pero Hollywood quedó muy tocado por todo esto. El actor John Garfield, murió de un infarto a causa de la tensión que le provocó el ser acusado de tendencias izquierdistas y rehusar acusar a amigos suyos, nunca se pudo demostrar que fuera comunista y, efectivamente, no lo era. Murió porque al día siguiente tenía que ir a declarar. Y eso que los Estados Unidos presumen de ser el paraíso de la libertad.

 

La confusión de géneros

De entre las 76 películas ganadoras del Oscar hay 32 dramas (psicológicos, románticos, melodramas, etc..), siete películas bélicas, nueve musicales, dos westerns, seis comedias, cuatro biografías históricas, cuatro historias de amor, ocho de aventuras, tres thrillers y una de cine fantástico. Es curioso observar cómo un género tan cinematográfico como el western sólo ha recibido dos Oscar (Cimarrón, de Wesley Ruggles, en la temporada 1930-31 y Sin perdón, de Clint Eastwood, en 1992) y la ausencia total del cine de terror, del ciencia-ficción, del cómico y del cine de vanguardia, éste último acostumbra a estar relegado a la categoría de documentales.

 

Ganar por perder

Maggie Smith, en 1978 se convirtió en la primera ganadora de un Oscar por interpretar a una perdedora del Oscar, en la película California Suite, de Herbert Ross. Maggie Smith es Diana Barrie, una actriz inglesa que llega a su hotel de Los Angeles en vísperas de la ceremonia de los Oscar, está nominada y sus nervios casi acaban con su salud. Su acompañante, Sidney Cochran, deliciosamente interpretado por Michael Caine, es un homosexual que ahoga con la bebida sus penas y así no tiene que escuchar los lamentos y los improperios de Diana Barrie. Cuando acaba la ceremonia, ha perdido el Oscar y centra todos sus ataques en su acompañante que todavía bebe más. De este modo, Maggie Smith escenifica el miedo de muchos intérpretes en las horas previas a los Oscar, en los que les cuesta mucho soportar ser el objeto de escrutinio de todo el mundo para ver si, o no, ganan el Oscar, un juego cruel y deliberado para los que pierden.

 

¡Me he sentado con Nicole Kidman!

Una de los manías de la Academia es que no se vean asientos vacíos durante la retransmisión de los Oscar. Como la ceremonia se acostumbra a alargar hasta las cuatro horas, es lógico suponer que muchos de los asistentes deseen estirar las piernas un ratito. En las primeras filas siempre se encuentran todos los nominados, así no tienen que andar mucho hasta el escenario, pero aún así, las mayores estrellas del cine mundial tienen que levantarse aunque sólo sea un momentito. Para esta eventualidad la Academia lo tiene todo previsto. Tiene siempre a su disposición un puñado largo de su propio personal (secretarias, amiguetes, mujeres de la limpieza, recepcionistas, etc) para que cubran los asientos que los famosos dejan libres por unos minutos, de esta manera en las pantallas de televisión nunca se ven asientos vacíos, dando así la imagen de que el Kodak Theatre está lleno.

 

Venía a cobrar el recibo

La actriz británica Glenda Jackson, ganadora de dos Oscar como mejor actriz por Mujeres enamoradas (1969), de Ken Russell y por Un toque de distinción (1973), de Melvin Frank, es miembro de la Cámara de los Comunes (Parlamento británico) desde 1992, año en que dejó su carrera como actriz, por el partido laborista, y desde la subida al poder de Tony Blair, viceministra de transportes. Seguramente Glenda Jackson es la actriz menos glamorosa que ha ganado el Oscar, sus opiniones sobre el sexo, los hombres e incluso los Oscar, no dejan indiferente a nadie sobre cuál es su postura. A finales de los años 70, Glenda Jackson se dio de baja de la Academia porque se le olvidó pagar su cuota durante dos años y, automáticamente, dejó de ser miembro. Cuando la Academia pidió explicaciones a Glenda Jackson, su enfado fue tal, que se negó en redondo a pagar lo que debía. Entre las opiniones de Glenda Jackson, podemos encontrar las siguientes perlas: “Mi madre les saca brillo (a los Oscar) hasta lo más profundo y entonces se ve el metal. En eso se resumen los Oscar,  todo brillo por fuera y metal por dentro. Bonitos regalos por un día, pero que no te hacen mejor persona por ello”; “(sus dos Oscar)Se los di a mi madre, así no tengo que ir a buscarlos al cuarto trastero cada vez que alguien me visita”; “Soy demasiado fuerte para algunas personas, ese es su problema”; “Si alguien cree es sexy verme desnuda en La pasión de vivir (1971), de Ken Russell, debe pensar que Minnie Mouse también lo es”; “Uno de las comentarios más deprimentes que me han hecho fue cuando entré por primera vez en la Cámara de los Comunes y uno de sus miembros me dijo, ¿Para qué quiere venir aquí? Usted ya es famosa”.

 

El Presidente de la Academia, Henry Fonda

La mala baba de Billy Wilder fue siempre su marca de fábrica. Su genialidad reside en unos guiones donde sus personajes, sacados de la vida misma, siempre muestran sus vicios pequeños, sus debilidades más humanas. Billy Wilder se aprovechaba así para criticar con sarna y descaro a una sociedad que amaba y odiaba a partes iguales. Cuando se estrenó su magnífica Primera plana (1974), fue todo un éxito comercial pero tuvo muchos problemas para encontrar financiación para su siguiente proyecto, Fedora, un relato dramatizado de la vida de Greta Garbo, basado en la novela Crowned Heads [Cabezas coronadas], escrita por el actor Tom Tryon. Wilder encontró finalmente financiación en Alemania y se rodeó de intérpretes y técnicos de primera categoría, el guionista I.A.L. Diamond, el músico Miklós Rózsa, el montador Fredric Steinkamp, el decorador Alexandre Trauner, los intérpretes William Holden, Marthe Keller, Hildegard Knef, José Ferrer, Frances Sternhagen, Michael York, Mario Adorf, Gottfried John y... Henry Fonda, como el Presidente de la Academia de Hollywood. En 1978, Billy Wilder ya tenía 72 años, pero su cabeza funcionaba como nunca, encontrar el dinero en Alemania, no suponía, como sí se dijo, rebajar su categoría, pero sí darse por aludido cuando comprobó in situ porqué Hollywood no quería pagarle  otra película donde se le criticaba ácidamente, recordemos El crepúsculo de los dioses (1950), pero Wilder no se arredró y cuando encontró todo el dinero que necesitaba, dirigió su última obra maestra, Fedora. Como venganza particular, Wilder hizo que el mejor actor cinematográfico del siglo XX, Henry Fonda, interpretara al Presidente de la Academia de Hollywood, en una fugaz aparición donde le entrega un Oscar honorífico a Fedora. La gran ironía es que Henry Fonda, nunca hasta 1981, en su lecho de muerte, había ganado un Oscar.

 

¿Nos conocemos?

En 1939, cuando tenía nueve años, la actriz Joanne Woodward y su madre viajaron hasta Atlanta, para asistir al estreno de Lo que el viento se llevó. En el desfile de limusinas posterior a la proyección, Joanne Woodward saltó dentro del vehículo donde se encontraban Vivien Leigh y su amante, Laurence Olivier, sentándose en el regazo de Olivier. 38 años después, Olivier y Woodward protagonizaron el telefilme Come Back, Little Sheba, de Silvio Narizzano, y Olivier recordó claramente el incidente. Woodward ganó el Oscar por Las tres caras de Eva (1957), de Nunnally Johnson, donde interpreta a una mujer que sufre de triple personalidad. Por cierto, cuando Woodward se dirigía a la rueda de prensa posterior, alguien le preguntó de dónde había conseguido un vestido tan original y cuál era el diseñador. Woodward no tuvo ningún inconveniente en reconocer que le había costado tan sólo 100$ y que se lo había diseñado ella misma.

 

El thatcherismo

En 1981, la Academia de Hollywood premió una película de producción británica Carros de fuego, de Hugh Hudson. El argumento explica la historia verídica de dos atletas, un misionero escocés que corre por sus creencias religiosas y un inglés de origen judío, que corre para así renegar de sus orígenes y poder integrarse en la puritana sociedad universitaria de Cambridge en 1924. La película es un perfecto retrato de las convicciones ultraconservadoras de la primera ministra Margaret Thatcher que tanto hizo por dividir a los británicos según su clase social. Curiosamente uno de los puntales de la película es su música, obra del griego Vangelis y uno de los productores ejecutivos fue Dodi Al-Fayed, el último novio de Lady Di, que falleció con ella en un misterioso accidente de coche.

 

El juego más peligroso

En los años 60, la Guerra Fría se encontraba en su punto más caliente. El cine, cómo no, no podía ignorar la situación y se inventó toda clase de películas a favor y en contra del ambiente pre-bélico. El director británico Peter Watkins fue más allá y dirigió el primer documental falso en ganar un Oscar, El juego de la guerra. Uno de los más impresionantes documentos sobre los efectos de una explosión nuclear y sus terribles efectos posteriores. Obviamente, no hay ninguna cámara que sea capaz de filmar una explosión en el momento de estallar, y mucho menos una persona o un equipo técnico podrían estar ahí en el momento de la deflagración. Pero Watkins se las ingenió para que pudiéramos ver cómo mueren las personas por culpa de las explosiones, cómo se destruyen edificios y poblaciones enteras y, por si fuera poco, muestra los terribles efectos posteriores ocasionados por la radiación. Irónicamente,  tuvo que premiarse un documental falso, precisamente porque uno real sobre este tema no podría hacerse, para que el mundo fuera consciente de los terribles efectos de los sistemas de defensa nuclear.

 

El crítico en estado crítico

En 1963, el director Ernest Pintoff ganó el Oscar por el cortometraje The Critic, sobre un emigrante ruso, perdido en la inmensidad de una gran ciudad, que está contemplando unos dibujos abstractos en una exposición. Como no entiende nada, lo único que se le ocurre es exclamar lo que piensa en voz alta, “¿qué diablos es esto?”. Pintoff se mofa del arte moderno y de lo desconectado que a veces parece estar del ciudadano medio. ¿Un precedente de “Arte” de Yasmina Reza?. Pintoff se le adelantó 35 años, y The Critic, según los “críticos” (valga la redundancia) es el mejor cortometraje animado en ganar el Oscar. El guión y la voz del personaje son obra de Mel Brooks.

 

El río del búho

El director francés Robert Enrico dirigió la mejor película, en su caso, cortometraje, sobre la guerra civil estadounidense, El río del búho, su duración no excede los 30 minutos. Un soldado está a punto de ser ejecutado por desertor. Cuando le cuelgan desde un puente, la cuerda se rompe, y cae al río, y el ejército le da por muerto, pero consigue sobrevivir. El soldado inicia su regreso a casa no sin antes tener que sortear innumerables. Cuando llegue a casa se encontrará con una sorpresa... Es curioso que tenga que ser un país extranjero el que tenga que hacer una película que es considerada el mejor reflejo de lo que es una guerra civil, y en este caso, la guerra civil americana.

 

Todos contentos

La Academia de Hollywood poco podía hacer cuando estalló la Segunda Guerra Mundial para participar en el esfuerzo bélico pero, consciente de su influencia, decidió nominar el máximo de películas posible. Como tampoco era una cuestión de ensanchar los horizontes de las categorías de los intérpretes, guiones y de los directores, decidió ensanchar el resto. En los años treinta, las nominaciones a la mejor película ascendieron a diez, incluso a doce películas, las de música, decorados y sonido también ascendieron, pero en los años 40, ambas categorías de fotografía y decorados, en color y en blanco y negro, las de efectos especiales, las de canción y ambas musicales tenían más de diez nominados, pero las musicales llegaron a tener hasta un récord de 21 películas nominadas. En 1946, la economía mundial se redujo y las categorías técnicas rebajaron a tres películas nominadas y en las musicales se redujo a cinco y así ha seguido hasta ahora.

Si en los años treinta, todos los estudios de Hollywood pugnaban por tener, por lo menos, una película nominada entre las mejores, y en todos los otros apartados que pudieran, en los años cuarenta fue la misma Academia que nominó a todo el mundo que no estuviera luchando en el frente de guerra. No está nada mal, buena estrategia.

 

Los récords

La gran Katharine Hepburn es la única actriz en haber ganado cuatro Oscar, todo un récord hasta el momento. Meryl Streep ya la ha superado en nominaciones pero no en estatuillas, 13 nominaciones con dos Oscar. Katharine Hepburn ha obtenido sus doce nominaciones como mejor actriz, mientras que Meryl Streep ha combinado las de mejor actriz con las de actriz secundaria. No vamos a ponernos a comparar quién de las dos es mejor, Katharine Hepburn falleció el año pasado a los 96 años, a Meryl Streep todavía le quedan muchos años de carrera. En los años 30, la Hepburn era ya muy apreciada como actriz pero fue declarada veneno para la taquilla, la Streep no tiene que preocuparse de estos detalles, las películas actuales aunque fracasen en las taquillas de los cines, tienen después una larga carrera en las televisiones, el vídeos y el dvd.

Cuando Katharine Hepburn ganó su segundo Oscar, por Adivina quién viene esta noche (1967), de Stanley Kramer, no fue exactamente una Oscar merecido, sino más bien una compensación de Hollywood por haberse hecho cargo de la frágil salud de Spencer Tracy, fueron amantes hasta su muerte, antes que por los méritos propios de la película. A Katharine Hepburn le ocurrió lo que a otros muchos intérpretes, le dieron el Oscar por la película equivocada.

 

Repetimos

En 1959, William Wyler dirigió Ben-Hur, película mítica en Hollywood, que ganó once Oscar, todo un récord sólo igualado por el Titanic (1997), de James Cameron y La Comunidad del Anillo: El retorno del rey (2003), de Peter Jackson. William Wyler ha sido un director mimado por la Academia que le nominó y premió sus mejores películas y que era un hábil técnico al dirigir películas y por conectar el público con la taquilla. Curiosamente, William Wyler fue el ayudante de dirección de Fred Niblo cuando éste dirigió la primera versión de Ben-Hur, en 1925.

 

Seguramente lo he hecho yo

La diseñadora de vestuario Edith Head trabajó en unas 350 películas. Sin lugar a dudas fue la mejor diseñadora de vestuario que ha trabajado en Hollywood, su estilo fue muy aceptado y respetado desde un principio. Edith Head trabajó para prácticamente todos los estudios de Hollywood,  pero principalmente para la Paramount Pictures. Famosa es su frase, “Si es una película Paramount, probablemente lo he diseñado yo”. Tan ocupada estaba que muchos de sus diseños no eran originalmente suyos, era imposible, trabajaba en tantas películas a la vez que ella simplemente daba el visto bueno a los diseños. Eso no significa que no se preocupara de su trabajo sino que daba el visto bueno final, una vez supervisado. Edith Head fue nominada al Oscar un total de 35 veces y ganó en ocho ocasiones. Fue una persona extremadamente reservada y discreta, poca cosa se sabe de su vida privada, siempre aparecía con gafas oscuras, según ella, porque las necesitaba, y en sus apariciones públicas, iba extremadamente elegante.

 

¿Y ahora qué?

En 1972, Robert Redford protagonizó una insólita película El candidato, de Michael Ritchie. La película ganó el Oscar al mejor guión original escrito por Jeremy Larner, su argumento nos explica, paso a paso, qué hay que hacer para ganar unas elecciones en los Estados Unidos, las trampas de los otros candidatos, los discursos repetidos mil veces, las mentiras que se dicen en esos discursos, etcétera. El personaje del candidato, interpretado por Robert Redford, se las ve y se las desea para no volverse loco pero al final, triunfa. Nuestro hombre es el candidato preferido y cuando gana, le entra un sudor frío y un terrible estado de tensión, sus ayudantes no lo entienden cuando él les pregunta, “¿Y ahora qué hago? ¿Y ahora qué?”. Jeremy Larner era un antiguo escritor de discursos de campañas políticas durante muchos años, sabía muy bien de qué estaba hablando, pero sobre todo conocía al dedillo la cantidad de sartas y mentiras que se llegan a decir en una campaña electoral.

 

 

En resumen

El mismo funcionamiento de las ceremonias de los Oscar ha provocado innumerables incidentes, casi siempre divertidos (cuando llamaron a “mi amigo Frank” al escenario a recoger el Oscar y Frank Capra se dio cuenta que él no el ganador sino otro Frank, Frank Lloyd), algunos tristes(las últimas apariciones, ya muy enfermos, de Susan Hayward o de John Wayne) o sorprendentes (la cara de estupefacción de Lauren Bacall cuando Juliette Binoche se llevó el Oscar que tanto soñaba o el discurso lleno e dardos envenenados contra sus compañeros del músico Randy Newman). Posiblemente el momento más irónico de estos últimos años haya sido el del también músico Andrew Lloyd Webber cuando subió a recoger su Oscar por la canción de Evita (1996), de Alan Parker y dijo sonriente, “Qué suerte que El paciente inglés no tuviera una canción nominada”, debido al gran número de Oscar ganados por esta película de Anthony Minghella.

 

 

 

10.LA CULTURA

 

La evolución

Unos premios como los Oscar, que se entregan en un país tan contradictorio como los Estados Unidos, han llegado a convertirse en la máxima aspiración de la gente que trabaja en el cine. La pregunta que tendríamos que hacernos es, ¿los Oscar son realmente un premio a la comercialidad de un producto o a un objetivo artístico?. Yo creo que son ambos, premiar a una película por ser comercial es algo que no tendría que hacerse, siempre hay que premiar la calidad artística, y olvidarse del dinero, que no van siempre parejos. A lo largo de los 76 años, hasta ahora, de los Oscar se han premiado maravillas cinematográficas tanto en las películas y en las interpretaciones como en los documentales y en los cortometrajes. Se han premiado canciones discotequeras que hoy serían imposibles de escuchar, películas extranjeras infumables, y algunas interpretaciones que no dejan de sorprendernos por su bajo nivel.

Pero ahí radica lo bueno de estos premios, que nunca gustarán a todos, si se crean polémicas, siempre será bueno argumentar y debatir distintos puntos de vista.

En los primeros años, ya se vislumbraba que los Oscar eran unos premios titubeantes, erráticos, desorientados, algo lógico por otra parte. Se otorgaron premios a la mejor “calidad artística de producción”, y eso, ¿qué es?, a los efectos de ingeniería, a los títulos de crédito, el cine todavía era mudo y los diálogos aparecían escritos en la pantalla. Poco a poco se fueron afianzando, pero la industria en general se mostraba un poco recelosa, pocos acudían a las ceremonias de los Oscar porque ya se sabía con antelación quién había ganado. En 1941, se implantó el secreto de los resultados finales por lo que todos se veían obligados a asistir para saber si habían ganado o no pero, por otra parte, se perdía para siempre un detalle, en los años treinta, se leía públicamente cuántos votos habían obtenido cada candidato, lo que hacía la ceremonia muy entretenida. Sería bueno implantarlo ahora.

El cine es cultura  y los premios lo demuestran Marlon Brando, Meryl Streep, Woody Allen, el Titanic, El padrino, Un lugar en el sol, Fellini, Ocho y medio, El mundo del silencio, Pas de deux, Los tres cerditos, Hable con ella, etc..., películas, cortometrajes, intérpretes, directores, todos forman parte de este engranaje, lo enaltecen y lo elevan a la categoría de mítico. A veces, cuando se recomienda una película a un amigo, con sólo decir ha ganado x Oscar, ya es una garantía para ir a verla.

 

Política

En 2001, la Academia de Hollywood, siempre políticamente correcta, premió una película de Bosnia-Herzegovina como la mejor película extranjera del año, En tierra de nadie, de Danis Tanovic. Normalmente las películas extranjeras representan a un país, pero en los últimos años es normal encontrar que muchas de estas producciones son en realidad co-producciones entre varios países. La Unión Europea promociona el cine de todos sus países, por lo que una película co-producida por tres países ya recibe una subvención automática de la UE. Francia, Italia, Bélgica, el Reino Unido, Eslovenia e Italia figuran como países co-productores de En tierra de nadie pero, curiosamente, no vemos ninguna productora bosnia. Vamos por partes, el director Danis Tanovic es bosnio, el actor Branko Djuric, también, pero el otro actor Rene Bitorajac y Filip Sovagovic, croatas y en el resto del reparto figuran belgas, franceses, eslovenos, ingleses, etc..  En el equipo técnico figuran bosnios, croatas, eslovenos, belgas, italianos. En resumen, una típica torre de babel europea. Pero eso tampoco es habitual, una buena parte de las producciones europeas son co-producciones, pero el reglamento de la Academia exige que cualquier película nominada como mejor película extranjera tiene que tener una mayoría de producción y del equipo técnico, que no del artístico, de la misma nacionalidad que el país por el que se presenta. En 1992 se presentó la película Un lugar en el mundo, de Adolfo Aristarain, presentada por Uruguay, fue escogida por la Academia entre las cinco candidatas pero la descalificó porque la mayoría del equipo técnico y del artístico, así como la única compañía productora acreditada, eran argentinos.

El Oscar para Bosnia-Herzegovina se considera un premio de reconocimiento a un país que sufrió una terrible agresión por parte del ejército serbio. Obviamente En tierra de nadie es más una película francesa o belga que bosnia, pero el concepto de solidaridad con este castigado país es aceptado universalmente.

 

Los comediantes

El escritor y dramaturgo estadounidense William Saroyan, ganó el Oscar al mejor argumento original por The Human Comedy (1943), de Clarence Brown. Eran años de guerra y Hollywood contribuía nominando películas y documentales ambientadas tanto en el frente de guerra como en la retaguardia. The Human Comedy retrata la vida tranquila y apacible de un pequeño pueblo del medioeste de los Estados Unidos en el que Homer Macauley trabaja como cartero y ayuda a su madre viuda y a su hermano menor a soportar los difíciles tiempos que vive todo el mundo. Pero Homer tiene un pequeño problema, su trabajo consiste en repartir todas las cartas pero también todos los telegramas que envía su gobierno para informar de la muerte de soldados. Con un argumento tan simple, el gran Clarence Brown, dirige con mano de hierro este drama y muestra cómo muchas veces nos engañamos y aparentamos normalidad, cuando en realidad nuestras vidas están rotas por la desesperación. William Saroyan fue un escritor célebre por retratar el modo de vida de las clases más pobres, en 1939 rechazó el premio Pulitzer por considerarlo burgués y decadente. The Human Comedy nunca se estrenó en España debido a su temática, demasiado comprometida socialmente. Su actor protagonista, Mickey Rooney, recibió la segunda de sus cuatro nominaciones al Oscar.

 

El filósofo

Jean-Paul Sartre, uno de los filósofos más importantes del siglo XX y uno de los líderes del Mayo del 68 francés, hizo una amplia obra por la que fue reconocido con multitud de premios. En 1964, rechazó el premio Nobel de literatura por creerlo un premio que favorecía a la burguesía y su sistema de vida. Una de sus novelas Tifus (1944) fue adaptada al cine como Los orgullosos (1953) de Yves Allégret, una co-producción franco-mexicana, sobre los problemas conyugales de un matrimonio francés de viaje de placer por México. En realidad es una triste reflexión sobre la vida, el existencialismo y sobre los problemas de relación de un matrimonio burgués. En 1957, mientras la Academia de Hollywood le negaba la nominación a Michael Wilson y a Carl Foreman por el guión de El puente sobre el río Kwai, de David Lean, por sus ideas filo-izquierdistas, no tuvo ningún inconveniente en nominar a Jean-Paul Sartre, paradigma del comunismo europeo, más intelectual y marxista. La razón, Los orgullosos no era una producción estadounidense, entonces, sí que podía ser nominado. Todo son contradicciones, por ejemplo, cuando le negaron la nominación a Larry Adler por componer la música para Genoveva (1953), de Henry Cornelius, la película es una producción británica.

 

Ni soñarlo

Cuando el gran escritor, dramaturgo y ensayista irlandés George Bernard Shaw se enteró de que había sido nominado a un Oscar por el guión de Pigmalión (1938), de Anthony Asquith y Leslie Howard, le cogió un ataque de furia. Con su inmejorable prosa literaria, Shaw, el único premio Nobel ganador de un Oscar, despotricó de los premios todo lo que pudo, “Nada me daría más vergüenza que ganarlo. Es como si premiaran al Rey Jorge VI por ser rey”. Finalmente ganó y aceptó el premio sin rabiar.