EL HALCÓN MALTÉS (The Maltese Falcon, 1941)

Dirigida por JOHN HUSTON (1906-1987).

Ficha técnica: Producida por Henry Blanke y Hal B. Wallis. Guión: John Huston. Fotografía: Arthur Edeson. Montaje: Thomas Richards. Dirección artística: Robert Haas. Música original: Adolph Deutsch. Intérpretes: Humphrey Bogart (Sam Spade), Mary Astor (Brigid O´Shaughnessy), Gladys George (Iva Archer), Peter Lorre (Joel Cairo), Sidney Greenstreet (Gutman), Lee Patrick (Effie), Elisha Cook Jr. (Wilmer), Ward Bond, Barton MacLane, Jerome Cowan. Duración: 119 minutos.

Antecedentes: John Huston nació en la pequeña población de Nevada, Missouri, el 5 de agosto de 1906. Su padre, Walter Huston (1884-1950), era un jovencísimo aspirante a actor que ya por esa época había recorrido el país entero con una pequeña compañía teatral. Sin embargo, tras casarse con la madre de John, Read Gore, durante un tiempo abandonó sus sueños de fama y se instaló en Nevada para trabajar en la compañía de electricidad fundada por su abuelo. De todas formas, tan sólo tres años después del nacimiento de John, Walter decidió trasladarse a Nueva York para intentar abrirse camino en Broadway y dejó a su mujer e hijo, que se instalaron en Weatherford, Texas, donde vivía la abuela materna del pequeño John.

     El futuro director asistió a la escuela de Greensberg, Kentucky, pero muy pronto abandonó los estudios al parecer por su fuerte temperamento y su falta de disciplina. De hecho, según cuenta en sus interesantísimas memorias Un libro abierto (An Open Book, 1980), fue en realidad educado por su cultas madre y abuela, que le iniciaron en el hábito de la lectura e incluso le hicieron descubrir a autores tan importantes para su futura carrera como James Joyce. Los padres de John se divorciaron finalmente en 1912 y Read se volvió a casar pocos años más tarde con el periodista Howard Stevens.

     En 1916 se produjo un hecho que marcó la infancia y posiblemente toda la vida de John Huston. Un médico amigo de su familia, alarmado por las características ojeras del pequeño, le realizó una serie de pruebas y le diagnosticó una nefritis, que por aquel entonces era una enfermedad mortal. De hecho, los siguientes especialistas que le examinaron corroboraron dicho diagnóstico y le dieron como máximo dos años de vida. Huston recuerda en sus memorias los nombres y apellidos de todos los médicos que visitó que, según cuenta con dolor, “desplegaron la sombra de la muerte sobre mi infancia”. Buscando un clima más benigno para su hijo, Read Gore decidió trasladarse a California. Allí, a John le ocurrió una de las sorpresas más agradables que un niño podía tener. Mientras se alojaban en un hotel de Los Angeles, recibió la visita por sorpresa de Charlie Chaplin, por entonces en la cumbre de su fama, que había oído que en su mismo hotel se encontraba alojado un niño enfermo. Chaplin le pidió a la madre de John que aprovechase que estaba él allí para ir a hacer sus quehaceres y durante más de una hora se quedó jugando con el pequeño Huston. Muchos años más tarde, cuando ya era uno de los directores más famosos de Hollywood, John Huston jugó un partido de tenis con Chaplin y le recordó que él era aquel niño enfermo al que visitó. Curiosamente, Chaplin pareció avergonzado y no quiso comentarle nada al respecto.

     Después de su visita a California, Huston y su madre se instalaron en Phoenix, Arizona, donde el pequeño pudo comprobar que, lejos de empeorar, cada vez estaba más saludable. Allí finalizó sin mayores problemas sus estudios secundarios para después volver a Los Angeles donde se matriculó en la prestigiosa Smith School of Arts. Conoció al pintor Shanton McDonald-Wright, una de las mayores influencias en su vida, y comenzó a participar en combates de boxeo, deporte que siempre le apasionó. De hecho, en un futuro, su experiencia como boxeador le servirá como argumento para una de sus películas más apreciadas: Fat City (Fat City, 1972).

     Mientras tanto, su padre Walter se había hecho un hueco en Broadway y había obtenido uno de los papeles más deseados por cualquier actor: el protagonista de la obra de Eugene O´Neill, Deseo bajo los olmos. John se trasladó a Nueva York (donde también se encontraba su madre, que había conseguido trabajo como periodista en el Daily Graphic), y visitó los ensayos de la obra. Conoció a O´Neill y el resto de intérpretes y decidió dedicarse profesionalmente al teatro, si bien también le tentaba el mundo del periodismo. En esta misma época, consiguió publicar un relato sobre la amistad entre dos boxeadores llamado Fool en una revista literaria y compaginaba algunos trabajos en el periódico de su madre con pequeños papeles en los escenarios neoyorquinos. Por otro lado, y con gran disgusto de sus padres, John se casó por sorpresa en 1926 con Dorothy Harvey, una muchacha que conocía desde los tiempos del instituto.

     Con Dorothy viviría una relación más bien tormentosa, repleta de excesos y alcohol. Juntos viajaron a México, país al que John siempre se sentiría vinculado, donde aprendió a montar a caballo y, según algunos testimonios no probados, llegó a unirse al ejército mexicano, pero muy pronto la falta de recursos le obligaron a seguir el consejo de su amigo Herman Shumlin (1898-1979) y trasladarse a Hollywood, donde su padre ya comenzaba a hacerse notar. De hecho, estaba interpretando para William Wyler su primer papel como protagonista en La casa de la discordia (A House Divided, 1931). Walter Huston y Wyler solicitaron entonces ayuda a John para que mejorase los diálogos del guión de la película (sobre todo, los del personaje interpretado por su padre) y John lo hizo tan bien que muy pronto colaboró en varios guiones más. William Wyler y John Huston se hicieron muy buenos amigos e intentaron incluso realizar un guión sobre la Gran Depresión entre ambos. Para ello, con el fin de conocer de cerca la vida de los mendigos de su país, un día se disfrazaron y vivieron como si fuesen indigentes. Años más tarde, contaron esta experiencia al gran Preston Sturges que tomó este punto de partida para realizar el guión de una de sus películas más celebradas, Los viajes de Sullivan (Sullivan´s Travels, 1941).

            En 1933, Huston tomó una decisión arriesgada al aceptar la oferta que le hizo la Gaumont British para trabajar en Londres como guionista. En realidad, viajó hasta Inglaterra porque sabía que su ya ex mujer, Dorothy, se había trasladado allí. Para la Gaumont no llegó a escribir ningún guión y muy pronto se vio sin blanca. Llegó incluso a dormir varias noches a la intemperie. Al no encontrar trabajo, se trasladó a París donde también intentó ganarse la vida como pudo y llegó a ejercer de pintor. Según algunas fuentes, en aquellos años oscuros Huston llegó incluso a prostituirse para conseguir el pasaje de regreso a Los Angeles.

     Una vez de nuevo en Hollywood, Huston volvió a contar con la ayuda de su amigo William Wyler y trabajó como su ayudante de dirección en la excelente Desengaño (Dodsworth, 1936), otra vez con su padre como protagonista. Poco después, vende a la Warner un guión que ha escrito llamado Three Strangers (que no se llegará a realizar hasta 1946, bajo la dirección de Jean Negulesco). A partir de entonces John Huston comenzará una brillante carrera como guionista para la productora, que incluye películas tan admiradas como Jezabel (Jezebel, 1938), Cumbres Borrascosas (Wuthering Heights, 1939), ambas de Wyler, The Amazing Dr. Clitterhouse (1938), de Anatole Litvak, en cuyo rodaje conoció a Humphrey Bogart, Dr. Ehrlich´s Magic Bullet (1940), de William Dieterle, por la que recibió su primera nominación al Oscar, y El sargento York (Sergeant York, 1941), de su también amigo Howard Hawks.

     A pesar de todos estos éxitos, Huston no terminaba de estar contento en la Warner. No le gustaba el hecho de que los directores de cine cambiasen a su gusto sus guiones y le pidió así a Hal B. Wallis, el máximo ejecutivo de la productora, que le permitiese dirigir. En un principio, la petición de Huston fue rechazada, pero éste volvió a la carga gracias al éxito de El último refugio (High Sierra, 1941), de Raoul Walsh, la película que encumbró definitivamente a Bogart como una estrella de Hollywood, y que estaba basada en una novela de W.R. Burnett, uno de los escritores favoritos de Huston (años más tarde también adaptará con éxito otra de sus novelas, La jungla de asfalto). Además, Huston había observado la excelente acogida que había obtenido El gran McGinty, la primera película dirigida por Preston Sturges, otro guionista que había pedido a gritos el paso a la dirección. Finalmente, Wallis aceptó la propuesta de Huston de dirigir una nueva adaptación de la novela clásica de Dashiel Hammett El halcón maltés, que ya había conocido anteriormente otras dos versiones cinematográficas desastrosas. La idea de elegir la novela de Hammett se la había propuesto Howard Hawks a Huston, explicándole que se trataba de una novela fantástica cuyas versiones cinematográficas habían fracasado simplemente porque no habían respetado el argumento original al pie de la letra. A los directivos de la Warner les pareció bien la idea de Huston, pensando quizás que un nuevo fracaso pondría punto y final a sus pretensiones de convertirse en director. Muy lejos de ello, la película obtuvo un rotundo éxito y es hoy día considerada como uno de los clásicos más perdurables del cine negro de la edad dorada de Hollywood.