Cine en serie: "The hollow crown" - "Enrique IV. Parte I"

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Querido primo Teo:

Tras un notable, pero farragoso, primer episodio dedicado al reinado de Ricardo II, la BBC presentaba la adaptación en dos capítulos de las dos partes que componen el drama de Shakespeare “Enrique IV” (ca. 1597-1598), doble capítulo que comentaremos en dos partes respetando su formato original. Este drama en dos partes narra buena parte del reinado de este monarca (1399-1413), hasta su muerte, y nos presenta a su heredero, con el que culminará la tetralogía: Enrique V (1413-1422).

Siguiendo el orden lógico, la primera parte de "Enrique IV" continúa la narración diacrónicamente más o menos donde la dejaba Ricardo II. Nos reencontramos con Bolingbroke ya asentado como monarca, como Enrique IV, aún torturado por los pecados de su pasado, y atenazado por dos grandes peligros que amenazan su trono y dinastía: su descocado y escandaloso primogénito, el príncipe Enrique de Gales (Hal), que lleva una vida desenfrenada que es la comidilla del reino; y la dudosa fidelidad de sus antiguos aliados, el conde de Northumberland, su hijo, su hermano y otros nobles del Norte, que van a llegar a cuestionar su trono por las armas. La primera parte de la obra (y el primer capítulo) terminan con la batalla de Shrewsbury (21 de Julio de 1403), en la que se resuelve la suerte del monarca y de los rebeldes favorablemente al primero.

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Esta doble obra había sido adaptada también previamente por la BBC en 1979, igualmente, en formato de doble capítulo, respetando la concepción original de la obra. Con anterioridad, había existido otro intento más parcial en la miniserie "The age of kings" de 1960, con Sean Connery como Hotspur. El intento más reciente, también a cargo de la BBC, fue en el año 1995, en una producción unificada. A pesar de estas adaptaciones, y como sucedía con “Ricardo II”, no es una obra que haya acaparado el interés cinematográfico. Ha sido adaptada muy puntualmente y de forma muy libre en este medio. En 1967, Orson Welles, en su “Campanadas a medianoche”, cogía elementos de las dos partes de la obra, así como lo hacía con otras obras de Shakespeare interrelacionadas, como “Enrique V” o “Las alegres comadres de Windsor”, obras todas en las que aparece el personaje de Falstaff, verdadero protagonista de la película (y al que daba vida el propio Welles). Muy libremente se inspiraba en la obra de Shakespeare (y en la película de Welles), el film de culto de Gus Van Sant, “Mi Idaho privado”, introduciendo en ella otros temas como la prostitución, las drogas y la homosexualidad, en una película con ecos muy variados.

La BBC encarga este doble capítulo de "Enrique IV" al polivalente y experimentado Richard Eyre (“Iris”, “Diario de un escándalo”), que se ha encargado de la dirección y del guión. Eyre ha dirigido tanto cine, como televisión, teatro e incluso óperas, contando con una amplia experiencia en la adaptación de Shakespeare en televisión (“El rey Lear”) y, especialmente, sobre las tablas, donde ha cosechado grandes aplausos con sus adaptaciones de “Hamlet”, “Ricardo III” o “El rey Lear”, con grandes estrellas bajo su dirección (Daniel Day-Lewis o Ian McKellen).

La serie, que se ha emitido por la BBC Two con una periodicidad semanal, estrenaba el primer episodio de “Enrique IV” el 7 de Julio. En su casting este doble capítulo reúne un reparto aún más florido que el ya imponente que vimos en el primer episodio dedicado a Ricardo II. Jeremy Irons es el encargado de tomar el relevo de Rory Kinnear como Enrique IV, dando vida a un monarca apesadumbrado por fantasmas del pasado y por la suerte de su reino y de su heredero; ese heredero es el príncipe de Gales, Hal, un libertino y disoluto joven que pasa más tiempo en tabernas y sitios de dudosa reputación que en la Corte, y al que da vida un luminoso Tom Hiddleston (“Los vengadores”, “The deep blue sea”); dentro de la pandilla de despreocupados y disolutos maleantes con los que Hal pasa sus días (y noches), destaca John Falstaff, un orondo fabulador y borrachín, verdadero alma de la obra (y de la adaptación televisiva), que es encarnado por un estupendo Simon Russell Beale (“The deep blue sea”); el compañero inseparable de Hal es un sinvergüenza de nombre Poins, al que da vida David Dawson (“Luther”); en la taberna en la que pasan el tiempo tienen su hábitat natural la Sra. Quikly, interpretada por la estupenda Julie Walters (“Billy Elliot”) y una prostituta de carácter a la que encarna Maxine Peake (“Silk”, “Little Dorrit”). En la parte de los nobles rebeldes tenemos a los Percy: el conde de Northumberland, interpretado por un inspirado Alun Armstrong (“Little Dorrit”) y, su hijo, el valiente e impulsivo Hotspur, al que da vida el propio hijo de Armstrong, Joe Armstrong, en una maniobra de casting muy acertada y efectiva; otra cara televisiva del momento, Michelle Dockery (“Downton Abbey”) es la apasionada mujer de Hotspur, Kate Percy; el camaleónico Harry Lloyd (“Juego de tronos”, “La dama de hierro”), es el joven Mortimer; otro robaescenas destacado es el noble príncipe Juan de Lancaster, a cargo del debutante Henry Faber.

El primer capítulo, la primera parte de la obra, es la más dinámica y divertida de las dos. Lo es en la obra literaria y también en su traslación televisiva. Está dominado por las contiendas bélicas y su preparación, también por las correrías del príncipe Hal con Falstaff, esa especie de Sancho Panza a la inglesa, y compañía, que nos perfilan a estos dos personajes que son los dos grandes protagonistas de la obra aún por encima del monarca que le da título. Si "Ricardo II" era un drama (dramón) histórico sin concesiones, en "Enrique IV" Shakespeare introduce la comedia. Es un drama pero plagado de humor e ironía, con personajes claramente cómicos que sirven de contrapunto a otros puramente dramáticos. De aquellos, su mayor exponente es el pícaro y fulero Falstaff, que ejerce de padre putativo de Hal, al que acompaña y promueve (y se aprovecha de) sus correrías. El gran personaje dramático es Enrique IV, siempre sufridor y torturado por la inseguridad de su trono usurpado. Trono que pondrán en cuestión las rebeliones comandadas por Hostspur, Worcester y Glendower, que le acusan de ser un rey soberbio, corrupto y de otras graves afrentas personales infringidas contra ellos. Rey que sufre, a nivel personal por otra rebelión, la de su primogénito, en sus correrías y extravagancias parece querer ver el fantasma de Ricardo II, cuya muerte le sigue atormentando. En este sentido, Hal ejerce de punto de conexión y central en ambas tramas. Si Falstaff es el contrapunto cómico del atormentado Enrique IV, Hal tiene su figura opuesta en el joven Hotspur. Brilla en todo lo que Hal no lo hace y se interesa por lo que a Hal parece traer sin cuidado: es valeroso, un brillante guerrero y tiene ambiciones políticas. Como ocurre con todos los personajes shakespearianos, todos ellos aparecen trazados con luces y sombras.

Hemos hablado de los cuatro grandes personajes que a modo de polos opuestos vertebran esta primera parte de la obra, tenemos que hablar ahora de los cuatro intérpretes que les dan vida. ¿Cómo han respondido actores de categoría reconocida unos, de juventud y talento en demostración, otros, ante un texto tan bueno y unos personajes tan complejos?. Se puede adelantar que muy brillantemente todos ellos. Jeremy Irons refulge con un personaje opaco y apagado, ese Enrique IV fatigado que se consume entre los problemas personales y políticos. Aunque la mejor parte de su interpretación, y su mejor texto, vienen en el siguiente capítulo, en la segunda parte. Ha generado polémica en los medios británicos la interpretación de Falstaff a cargo de Russell Beale (“Mi semana con Marilyn”, "The deep blue sea"), una de las grandes figuras del teatro británico. Al parecer por intentar hacer del orondo personaje alguien menos bufonesco, más complejo y personal, que la imagen establecida del mítico personaje. Personalmente, su Falstaff me convence, y creo que Russell Beale da un recital cada vez que aparece en pantalla. No recita el texto, brota de él. Borda sus momentos más cómicos (la escena inicial en la taberna con las imitaciones o las ingeniosas maneras que tiene de justificar sus difamaciones ante Hal) y dota al personaje de humanidad y credibilidad. Es tan conmovedor como ridículo y fabulador. Y todo ello contribuye a que entendamos mejor su singular relación de afecto con el príncipe Hal, que encuentra en él la permisividad, la cercanía y la diversión que no tiene en la Corte (y que a cambio le consiente como su parásito).

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Hal es interpretado por uno de las estrellas masculinas emergentes del momento, Tom Hiddleston (“Thor”, “The deep blue sea”) que ha cosechado, en general, muy buenas críticas por su recreación del alocado príncipe de Gales. Y tiene el carisma y el magnetismo que pide el personaje, puede ser tan divertido y afable en un momento dado como ensombrecer su rostro al instante cuando algo lo disgusta. No se puede negar que le ayudan su aristocrática presencia y noble porte. También su fantástica voz. Quizá está mejor en las escenas más serias que en las cómicas, y lo mejor de su interpretación es difícil de apreciar en este primer capítulo, pues es la evolución de su personaje, cómo va creciendo desde su presentación en éste hasta su coronación a finales del segundo, capítulo en el que tiene momentos asombrosos.

Por último, queda hablar del alter ego de Hal, el impulsivo Hotspur interpretado por Joe Armstrong. Quizá una de las más agradables sorpresas de la serie. Su Hotspur está lleno de fuerza y energía. Impulsivo y fiero, siendo el polo opuesto de Hal, no lo es en un sentido puramente positivo, es imprudente y belicoso. Cada vez que Joe Armstrong sale en pantalla apabulla. Cada uno de sus escenas tiene un algo de confrontación con el resto de personajes, hasta se manifiesta en el caso de su relación con su esposa Kate Percy (Michelle Dockery), con la que mantiene un trato y comunicación llenos de animalidad, que en pantalla tiene una atractiva y sugerente fuerza.

Además de las interpretaciones, lo mejor que se puede decir de esta primera parte de “Enrique IV”, que no llega a las dos horas de duración (114 minutos, frente a las dos horas y media de “Ricardo II”), es que tiene un ritmo estupendo, no se hace nada pesada y está concebida de una forma muy televisiva, regateando el aspecto más teatral del texto. Un magnífico primer capítulo, con una estupenda ambientación. Las batallas son sucias, oscuras y creíbles, ocultándose la posible escasez de medios con un montaje y una puesta en escena muy acertada, algo que echamos de menos en “Ricardo II” y donde se deja ver el buen oficio de Eyre. Este primer episodio concluye dejándonos un magnífico sabor de boca, en una adaptación más cercana y accesible a los espectadores de lo que pudimos ver en “Ricardo II”. Algo que va a tener su continuidad en el estupendo siguiente capítulo que adapta la segunda parte del drama, y que merecerá su propio comentario individual.

Tu prima.
Ananula

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